Amenaza volcánica
 
 
 

Los volcanes andinos generan fenómenos con efectos locales, regionales y globales. Localmente incluyen deformación de la montaña, agrietamientos por donde surgen rocas fundidas, vapores, gases y ceniza que pueden derretir, cuando existen, los casquetes glaciares que entonces descienden por los valles en forma de flujo con mezcla de materiales del volcán. La columna eruptiva con ceniza, bloques incandescentes y gases puede colapsar parcialmente por su propio peso y descender velozmente por los flancos del volcán en forma de flujos de fragmentos de roca, cenizas y gases muy calientes que arrasan, queman y sepultan cuanto esté a su paso.

La violenta explosión de un volcán comprime la atmósfera circundante, generando con ello una onda de choque que puede causar ruptura de tímpanos y vidrios y deformación de objetos en varios kilómetros a la redonda.

A una escala más amplia, la ceniza y los gases llevados por el viento pueden cubrir áreas de centenares a miles de kilómetros cuadrados con efectos contaminantes sobre las aguas, bosques y cultivos. Espesores de cinco o más centímetros de ceniza acumulada sobre los techos pueden causar su colapso. Si la erupción es acompañada por lluvias, éstas se mezclan con vapores sulfurosos, en forma de lluvia ácida. El área de influencia de las cenizas y gases asociados depende del tamaño de cada erupción.

Cuando las erupciones son de gran tamaño y la columna eruptiva alcanza alturas por encima de 25 kilómetros, el viento dispersa las partículas más finas y los gases sulfurosos, disminuyendo así la cantidad de radiación solar que ingresa. Esto puede tener efectos globales, entre los que se destacan fallas en las radiocomunicaciones (incluidas la telefonía móvil, las comunicaciones satelitales e Internet), la suspensión del tráfico de aeronaves y trastornos climáticos como la prolongación de los inviernos en los hemisferios boreal y austral, como ocurrió con la erupción del Huaynaputina (1600) en Perú, del Tambora (1815) en Indonesia y del Krakatoa (1883), entre Sumatra y Java.

Los volcanes andinos tienen diferentes grados de actividad, desde los que están apagados y no presentan ningún fenómeno asociado como aguas termales o fumarolas hasta los que no han tenido actividad en los últimos 10 mil años y aquellos con una o más erupciones en el periodo histórico, es decir, los últimos 500 años. A diferencia de los conocidos volcanes de Hawaii cuya actividad, aunque frecuente, se desarolla de manera apacible a través de fisuras por las cuales brota roca fundida, con columnas eruptivas de menos 100 m de altura, los andinos son principalmente el resultado de múltiples erupciones en las que se intercalan roca fundida (lava) y fragmentos de roca que sucesivamente van incrementando su forma cónica típica. Los volcanes activos de la subregión que están en cercanías de ciudades, poblaciones o infraestructura vital revisten algún grado de amenaza, en la que se pueden destacar los siguientes fenómenos:

•Emisión de vapor de agua acompañado de gases tóxicos y corrosivos con efectos nocivos a letales para la vida humana.
•Emisión de nubes de polvo y fragmentos de roca a alta temperatura con daños sobre fauna y flora, contaminación de agua, colapso de techos y oscuridad.
•Colapso de la columna eruptiva y formación de flujos de material ardiente; formación de flujos de detritos (partículas de suelo), llamados también lahares, a lo largo de valles, incrementados por deshielos, cuando sus cumbres son nevadas.
•Emisiones de lava con destrucción de flora, fauna e infraestructura.
•Vibraciones por ondas de choque o de presión.

En las Figuras 3.14, 3.15 y 3.16 el lector encontrará los fenómenos potenciales asociados a la actividad volcánica en una selección de los principales volcanes activos de Colombia, Ecuador y Perú. Se incluyen vistas tridimensionales que destacan la forma en cono de los volcanes, las laderas y valles de los principales ríos que nacen en ellos. Se ilustra también la gravedad de los fenómenos volcánicos.

La amenaza volcánica es una realidad que debe verse más allá de las áreas aledañas a los volcanes activos. Por sus implicaciones a escala de la subregión y más allá erupciones grandes como las del pasado histórico no deben descartarse.

 

Fuente: A partir de INGEOMINAS (2007).
 
Fuente: A partir de Instituto Geofìsico-EPN (2007).

 

En 1845 una fuerte erupción del volcán nevado del Ruiz, bien documentada, generó tierras fértiles en el sitio en el que cincuenta años después se fundó Armero. En noviembre de 1985 los flujos del volcán volvieron a recorrer el territorio arrasando la ciudad y causando la muerte a 22 mil de sus habitantes. El Machín, casi desconocido para los colombianos, se reactivó en octubre de 2008. Sus grandes erupciones prehistóricas cubrieron enormes extensiones de tierra. La cosmovisión y organización de más de 25 mil indígenas Nasa que habitan cerca del volcán nevado del Huila permitieron superar casi sin víctimas erupciones en los años 2007 y 2008. Reactivado desde febrero de 1989, el Galeras amenaza a once municipios con cerca de 500 mil habitantes.

 

Fuente: Instituto Geofisico del Perú (2007). Mapas de Peligro Volcánico del Perú.

 

De los más de 50 volcanes ecuatorianos, ocho son considerados activos; se destacan el Pichincha, por su cercanía a Quito, reactivado desde 1989; el Reventador, cuyo nombre evoca múltiples erupciones históricas; el Tungurahua tiene frecuentes erupciones y ha producido efectos en poblaciones como Baños, que cuenta con más de 15 mil habitantes y grandes atractivos turísticos, y el Cotopaxi -que en lengua local significa “cuello de la luna”- en el siglo XVIII tuvo más de 50 erupciones, la más importante el 4 de abril de 1768, con fuertes terremotos y cenizas que llegaron hasta Guayaquil al occidente y al norte hasta Popayán, en Colombia.

 

Arequipa, con más de 800 mil habitantes, es la principal población peruana expuesta directamente a amenaza volcánica, pues se encuentra a las faldas del Misti, cuya última erupción ocurrrió en 1985. El Ubinas es el volcán más activo del Perú, con erupciones menores a moderadas reportadas desde el siglo XVI. El hielo del Sabancaya congeló a Juanita, la momia mejor conservada encontrada hasta hoy; en quechua Sabancaya significa “lengua de fuego”, lo que sugiere erupciones prehispánicas durante el periodo incaico; el registro histórico de su actividad comienza en 1750. El Ticsani tuvo su última erupción hace unos 1 800 años y su actividad continúa con presencia de fumarolas.